lunes, 28 de diciembre de 2015

Crear para Ser

El ser humano es el único animal capaz de contemplar la naturaleza, aprender de ella y transformarla. Convertir lo dado en algo nuevo. Algo que hasta entonces no existía.
La idea, producto del pensamiento, de la imaginación, se materializa. Se hace “real”. Se comparte. Se socializa. Se vuelve importante para otros.
Todos transformamos la realidad para adaptarla a nuestra visión del mundo y el modo en que lo hacemos es tan diverso que adquiere miles de formas.
Creamos con fines prácticos, de supervivencia, pero también cargamos nuestras producciones de valor simbólico. Ellas nos permiten expresar la manera en que  entendemos lo que nos rodea, cómo convivimos con lo que sucede a nuestro alrededor. Nos hablan de lo que somos, de cómo percibimos al otro, de nuestros sentimientos ante lo desconocido, y nuestras reacciones frente a lo establecido.

A esto lo hemos llamado cultura.

Pero, ¿cuál es el fenómeno por el que hemos llegado a interpretar naturaleza y cultura como conceptos antagónicos?
¿No forma parte la cultura de la naturaleza del hombre?
¿En qué punto comenzamos a autodefinirnos en oposición a lo natural?
Todo lo que inventamos está, en definitiva, lleno de naturaleza.
Nunca hubiéramos inventado el avión si no hubiéramos visto a las aves volar.


Entonces, si cultura y naturaleza en realidad son indisociables y la creatividad es intrínseca a la naturaleza del hombre, ¿por qué algunos nos mostramos más creativos que otros? Si todos poseemos el potencial creador, ¿por qué no lo utilizamos para conquistar nuestros sueños?
Parece que el pensamiento lógico-racional  nos ha envuelto en sus redes de manera tal que tomamos los patrones de la sociedad moderna como verdades absolutas imposibles de quebrantar, y los límites autoimpuestos muchas veces son nuestro más grande obstáculo.
El escritor maltés Edward De Bono, se preguntó acerca de este fenómeno y  propuso como superación del pensamiento lógico la puesta en práctica del “pensamiento lateral”. Este método de pensamiento, que corre perpendicular al racional, tiene por objetivo buscar la mayor cantidad de respuestas ante un mismo problema, abriendo el juego a las posibles acciones que implican salirse del esquema del sentido común, incorporando nuevos enfoques o puntos de vista y consiguiendo a través del impulso creativo soluciones originales.

Leyendo acerca de ésta y otras técnicas para desarrollo de la creatividad, me pregunté si era posible aprender a ser creativo, si esa era una característica de personalidad o si  podía desarrollarse a través de la práctica de ciertos esquemas que nos dictasen los ingredientes necesarios para convertirnos en hombres y mujeres más imaginativos. Esta opción me parecía tan estéril como la de continuar reproduciendo patrones del pensamiento lógico, después de todo, ambas alternativas llamaban a copiar modelos ajenos.  Sentía que sería mejor escribir nuestra propia receta para la creatividad.
Es por eso que les propuse a algunos amigos que pensaran las características que, para ellos, debía tener una persona creativa.

Estas son algunas de las ideas que compartieron conmigo: 
 
María: “Si de crear se trata, una persona es más creativa cuando es permeable a la experiencia, no tiene resistencias, abre la mente, lo sensorial. Todos los sentidos al servicio de descubrir, innovar sobre lo desconocido.”


Cecilia: “Una persona creativa cree y confía en sí misma. Busca en su interior las diferentes posibilidades para resolver y crear algo y lo hace nacer. Está en permanente movimiento y pondrá mente, cuerpo y alma para encontrar mil maneras de vivir la vida y recrearla cada día. Una persona creativa es ingeniosa, original, crítica, valiente, exploradora, libre, curiosa, aventurera, apasionada. Una persona creativa tiene algo y mucho de locura. Vive y siente intensamente. Es sensible, inteligente, perceptiva, intuitiva. Extraña, bohemia, desprejuiciada. Se nutre de todo lo que ve y conoce. Se alimenta del mundo y también de la soledad. Viaja, lee, explora, hace, deshace, se enoja, descubre, siente emoción, entusiasmo, se equivoca, vuelve a intentar. Una persona creativa sabe que es universo y que cada día y en cada paso lo puede re-crear.” 
                
Victoria: “Cuando pienso en una persona CREATIVA, pienso en alguien muy “estimulado” por todo lo que consume, aborda o toma de su alrededor; para luego llevarlo a una elaboración más personal y particular(...) lo que uno ve y cómo lo ve, lo que uno lee y cómo lo lee, lo que descubre y cómo aborda eso que descubre, lo que escribe y en qué lo transforma.
Todo eso que uno consume se va procesando, algunas cosas se desechan, otras ni quedan y otras, quizá pequeñas, se transforman en otras cosas nuevas. Todo se va almacenando y entrelazando con cosas nuevas. Esa información, esos ruidos que nos quedan de algunas cosas, son los que vamos llevando a nuevos procesos para nuestra propia producción.”


David: “Mi opinión sobre el tema de la creatividad está teñida por mi paso en la carrera de coaching, abordamos esto el cuatrimestre que pasó y vimos que la creatividad es una habilidad, es algo que todos tenemos y que puede ser desarrollada mediante el compromiso y el entusiasmo de cada persona, se combina razón con emoción y puede surgir en cualquier momento del día mediante una asociación de ideas diferentes generalmente que convergen en algo nuevo.”


Cristina: “Todos somos creativos, el ser es creativo. Creamos todo el tiempo. Ahora, si vas más a lo específico entonces te contesto alguien creativo es alguien despierto, coherente, alguien que es una herramienta, ya sea de su estado de ánimo, de una energía que lo mueve o ambas. Son transformadores natos, canalizadores de emoción.”


Guillermina: “Una persona creativa es aquella que con pocas o muchas cosas tiene la capacidad de inventar o crear algo en cualquier aspecto de la vida: una comida, una manualidad, inventar una canción en el momento.... La creatividad la podemos aplicar en todos los aspectos de nuestras vidas. Hasta para resolver inconvenientes o encontrarle la vuelta de rosca a algo problemático.”


Pablo: "Alguien que demuestra interés por despegarse de las cosas y fluye con los cambios naturales"


Germán: “Una persona creativa es la que tiene mucha imaginación...es la que ante un problema puede resolverlo de una forma  que por ahí otras personas no....una persona creativa es una persona que puede llegar a ser desestructurada.”


Aldana: “A una persona creativa le deben gustar los cambios, debe ser pro-activa, inspiradora. Ser abierta a su entorno, ser observadora. Sin miedo a equivocarse, siempre experimentando, mutando, unificando. Debe saber bajar ideas a cosas concretas… sus pensamientos, sus sentimientos, sus locuras….”


Leonardo:
“Guia para ser una persona creativa:
  • No tener miedo al ridículo.
  • Nunca dejar de sorprenderse.
  • Nunca dar nada por sentado.
  • Si tenés dudas, preguntá!.”  


Aunque diferentes, ninguna respuesta faltó a la verdad, porque quienes las escribieron las ajustaron a la medida de sus inquietudes y búsquedas personales. Fueron expresiones auténticas de sus personalidades y anhelos. En consecuencia, pienso que no importa cuántas definiciones podamos encontrar, cuántos ejercicios podamos realizar, la única forma de llevar una vida creativa es siendo fieles a nosotros mismos, viviéndola a nuestra manera. 

Más allá de lo que se nos ha enseñado, del desconcierto que una vez sentimos por sabernos diferentes, es precisamente en esa diferencia donde advertimos la singularidad de nuestra existencia.  Abrazarla y tomarla como nuestro único camino, no sólo nos permitirá vivir creativamente sino con una absoluta sensación de libertad. Si en el transcurso del viaje lo olvidamos, no debemos preocuparnos, sólo será momento de dar vuelta la página y volver a pintar fuera de las líneas.

martes, 15 de diciembre de 2015

Más allá de mi río

A veces no es importante por cuánto tiempo o cuantos kilómetros nos alejemos, ver desde otro lugar nuestro interior, nos lleva al reencuentro con lo que fuimos, bordeando antiguos miedos, extrañándonos para volver a encontrarnos.

Llego a tu otra orilla una vez más, camino a tu oriental horizonte, me conmueve tu inmensidad inabarcable, me quedo admirándote absorta en el rumor que entona tu oleaje. Tu costa será testigo de mis días por venir. Una vez desembarcados, piso tierra vecina bajo el calor húmedo de diciembre.



Colonia del Sacramento, Uruguay. Diciembre 2015.

Colonia es una pausa sin tiempo, donde sólo se oye el murmullo del alma dictando las palabras. Un bastión de recuerdos anclados en un puerto perdido en mi memoria se hace presente al recorrer sus caminos llenos de historias repetidas. Sus muros en ruinas, como arrugas de una piel anciana, ven belleza en la melancolía de un pasado perdido.       

  

Sus calles celebran en estas fechas ser patrimonio del mundo, volviéndose escenario para personajes de otros tiempos. Cada esquina lleva las marcas de haber sufrido luchas extranjeras por una tierra ajena. Detrás de un San Francisco en ruinas, la calle se va en suspiros buscando caricias prohibidas, y en la Plaza Mayor tamboriles nos llaman a acompañar sus pasos de candombe.

  


Actores en la celebración por el vigésimo aniversario de la declaración del casco histórico de Colonia Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.




Convento de San Francisco, construido entre los años 1684 y  1705.


La calle de los Suspiros, confeccionada en piedra de estilo portugués en el SXVIII


 En la penumbra de la noche, se encienden algunas ventanas entre ensayos de bailarinas y cenas cinematográficas, mientras los faroles iluminan el ritmo de un paso doble de damas ofreciendo sus manojitos de clavel.



Escena desde la ventana donde se filmó la película "De eso no se habla" de Marcelo Mastroiani.

Sigo hacia el muelle de madera donde los veleros reposan en agua calma y se siente la brisa de un verano que tardó en llegar. Me siento y contemplo el paisaje, todavía con  agua para un último mate. Pienso en el río, en su atardecer que despide a un sol que amanecerá mañana, recordándonos que estamos hechos de ciclos, inmersos en el eterno girar del universo, y que no hay forma de cronometrar un instante. Estoy respirando el ahora y la vida nunca se presentó más nítida ante mis ojos.



Muelle Viejo, hecho de madera en 1866.



Atardecer en Colonia

Mi viaje a Colonia me llevó más allá de lo que imaginaba. Me hizo transitar las huellas de mi pasado reconociendo que en mis cicatrices también se encuentra la belleza, demostrándome que la vida siempre se abre camino, incluso en lo inesperado. Hoy la busco en mi presente sabiendo que nuestros faros iluminan certeros la verdad inmanente en la esencia de todas las cosas.



Faro vigía de los navegantes, construido en 1857 en las ruinas del convento, representando a un fraile franciscano.