martes, 15 de diciembre de 2015

Más allá de mi río

A veces no es importante por cuánto tiempo o cuantos kilómetros nos alejemos, ver desde otro lugar nuestro interior, nos lleva al reencuentro con lo que fuimos, bordeando antiguos miedos, extrañándonos para volver a encontrarnos.

Llego a tu otra orilla una vez más, camino a tu oriental horizonte, me conmueve tu inmensidad inabarcable, me quedo admirándote absorta en el rumor que entona tu oleaje. Tu costa será testigo de mis días por venir. Una vez desembarcados, piso tierra vecina bajo el calor húmedo de diciembre.



Colonia del Sacramento, Uruguay. Diciembre 2015.

Colonia es una pausa sin tiempo, donde sólo se oye el murmullo del alma dictando las palabras. Un bastión de recuerdos anclados en un puerto perdido en mi memoria se hace presente al recorrer sus caminos llenos de historias repetidas. Sus muros en ruinas, como arrugas de una piel anciana, ven belleza en la melancolía de un pasado perdido.       

  

Sus calles celebran en estas fechas ser patrimonio del mundo, volviéndose escenario para personajes de otros tiempos. Cada esquina lleva las marcas de haber sufrido luchas extranjeras por una tierra ajena. Detrás de un San Francisco en ruinas, la calle se va en suspiros buscando caricias prohibidas, y en la Plaza Mayor tamboriles nos llaman a acompañar sus pasos de candombe.

  


Actores en la celebración por el vigésimo aniversario de la declaración del casco histórico de Colonia Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.




Convento de San Francisco, construido entre los años 1684 y  1705.


La calle de los Suspiros, confeccionada en piedra de estilo portugués en el SXVIII


 En la penumbra de la noche, se encienden algunas ventanas entre ensayos de bailarinas y cenas cinematográficas, mientras los faroles iluminan el ritmo de un paso doble de damas ofreciendo sus manojitos de clavel.



Escena desde la ventana donde se filmó la película "De eso no se habla" de Marcelo Mastroiani.

Sigo hacia el muelle de madera donde los veleros reposan en agua calma y se siente la brisa de un verano que tardó en llegar. Me siento y contemplo el paisaje, todavía con  agua para un último mate. Pienso en el río, en su atardecer que despide a un sol que amanecerá mañana, recordándonos que estamos hechos de ciclos, inmersos en el eterno girar del universo, y que no hay forma de cronometrar un instante. Estoy respirando el ahora y la vida nunca se presentó más nítida ante mis ojos.



Muelle Viejo, hecho de madera en 1866.



Atardecer en Colonia

Mi viaje a Colonia me llevó más allá de lo que imaginaba. Me hizo transitar las huellas de mi pasado reconociendo que en mis cicatrices también se encuentra la belleza, demostrándome que la vida siempre se abre camino, incluso en lo inesperado. Hoy la busco en mi presente sabiendo que nuestros faros iluminan certeros la verdad inmanente en la esencia de todas las cosas.



Faro vigía de los navegantes, construido en 1857 en las ruinas del convento, representando a un fraile franciscano.

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