domingo, 29 de noviembre de 2015

De mi tierra hacia el mundo


El siguiente es un trabajo de investigación realizado para la materia "Procesos políticos y mundo del Trabajo" de la Tecnicatura en Gestión Cultural. 2015.

El monotributo social como una herramienta que permite a los artesanos acceder a los derechos laborales.

En palabras del economista uruguayo Luis Stolovich “La creación simbólica, sea un proceso individual o colectivo, está ampliamente difundida en la sociedad. La creatividad no es una virtud rara, sino bastante común, en el ser humano. Pero algunos la convierten en la finalidad y el sentido de sus vidas: son los creadores de cultura.”  

Tal es el caso de los artesanos, trabajadores de la cultura cuyas producciones se destacan por tener dos tipos de valor: uno simbólico y otro utilitario. Esta singular característica posiciona sus producciones en un lugar intermedio entre las denominadas “obras artísticas” y los objetos de consumo masivo. Muchos artistas solventan sus gastos con la venta de artesanías, ya que éstas son más fáciles de insertar en el mercado de consumo. Podemos relacionar este fenómeno con la afirmación de Stolovich de que una creación simbólica se transforma en producto cultural cuando logra el reconocimiento colectivo de la sociedad. Parecería ser que el valor de uso de la artesanía, junto con su carácter único por ser un producto meramente manual, y su aporte estético- artístico, logran una combinación que es reconocida y valorada por sus consumidores. La identificación del producto cultural artesanal con una mercancía, le agrega a los valores ya nombrados la dimensión económica. Podríamos denominarlo entonces como un producto simbólico utilitario  mercantil.  
Si bien  el trabajo del artesano presenta mayor aceptación social que el de otros trabajadores de la cultura, podemos distinguir una problemática que le es común: El trabajo suele ser irregular y poco protegido, presentando características propias del sector informal fuera del aparato de prestaciones sociales, seguros médicos, tributación y sistemas jubilatorios.

Latinoamérica y la revalorización de las economías regionales

Ana Wortman, en su libro “Entre la política y la gestión de la cultura y del Arte. Nuevos actores en la Argentina contemporánea” explica el impacto de la globalización en los países en vías de desarrollo y específicamente en la Argentina  durante la década del 90. Observa que se produjo una pérdida de entidades colectivas fuertes, sobre todo en la política y en el mundo del trabajo. Este fenómeno se vio acompañado de la emergencia de nuevos universos simbólicos y nuevos modos de forjar las trayectorias sociales. Se estableció un imaginario social donde la individualidad y la flexibilidad de adaptarse a nuevos escenarios sin profundizar demasiado, así como el éxito económico, se convirtieron  en pilares culturales dominantes.
El neoliberalismo no captó los intereses culturales de los grupos subalternos, ni de los intereses de la cultura de masas. Estas medidas económicas fueron respaldadas por políticas culturales que fomentaban la globalización y el intercambio desigual con otras culturas. Se impuso una cultura de consumo abierta a nuevas formas, que intentaban fusionarse con las autóctonas. La adquisición de costumbres y formas de comportamiento de culturas hegemónicas de los países del llamado primer mundo de manera acrítica e irreflexiva, junto con políticas que tendieron a precarizar la educación, la privatización, el creciente desempleo y gran consumo de productos extranjeros caracterizaron este período, dejando como resultado una gran desigualdad social y  un abandono de las identidades locales.
En su artículo “ Importancia actual del estudio de la economía regional y el desarrollo urbano” el doctor en economía y catedrático extraordinario de la Facultad de Economía de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) Normand Eduardo Asuad Sanén indica que es primordial analizar el comportamiento de las economías regionales y urbanas para impulsar el desarrollo y de ese modo combatir la pobreza. Propone el incorporar técnicas y metodologías que tengan en cuenta el espacio donde se llevan a cabo en vez de extrapolar medidas económicas ajenas y tomarlas como aplicables a nivel mundial.
En el texto, el autor indica que a partir de la década del ‘70 en adelante se produjo un cambio a nivel mundial en la dinámica del mercado, el desarrollo de la tecnología y la expansión de los servicios. En este panorama, podemos advertir una nueva relación  entre la globalización y la regionalización. Distintos fenómenos llevaron a los países a agrupar sus economías por regiones (tal es el caso de la Unión Europea o el Mercosur) y a través de ellas vincularse al mercado mundial. Tal es así, que en la actualidad debemos concebir e interpretar a la economía como la integración entre lo local, lo regional y lo global. Además, la inestabilidad de los mercados internacionales, da lugar al resurgimiento e impulso de las economías locales.
En este contexto, comenzaron a surgir pequeños movimientos sociales que poco a poco adquirieron mayor visibilidad, cooperativas de trabajo, asociaciones civiles, y agentes de cultura comunitaria, que se constituyeron como nuevos espacios de participación social autogestionada. Éstos promueven diferentes estrategias que refuerzan el vínculo social y buscan revalorizar el capital cultural acumulado.
La sociedad organizada empieza a ocupar el espacio público, a través de nuevas y novedosas prácticas culturales. Wortman, define a la forma de organización de estos nuevos centros como empresas sociales, ya que se trata de organizaciones horizontales, sin jerarquías, que muchas veces funcionan como cooperativas de trabajo.


La participación del Estado y el Monotributo Social como impulso al desarrollo regional

En la Argentina en los últimos años, desde el Estado Nacional, se han impulsado estos movimientos a través de la revalorización de las economías regionales y la adquisición de derechos por parte de todos los trabajadores. En este marco es que surge como propuesta desde la AFIP ( Administración Federal de Ingresos Públicos) e implementado a través del Ministerio de Desarrollo Social, la incorporación del  Monotributo Social como una categoría tributaria permanente que reconoce la realización de actividades productivas, comerciales y de servicios por parte de la población en situación de vulnerabilidad social.
El Monotributo Social es una herramienta de inclusión ya que está pensado para  cualquier ciudadano que quiera iniciar una actividad sin contar con un gran capital económico y cuya principal fortaleza sea su capital humano, adquiriendo mediante este instrumento “ciudadanía tributaria”. Consiste en una alfabetización tributaria sobre el inicio de trámites con el Estado dirigida a la población históricamente excluida.
Pueden inscribirse las personas físicas mayores de 18 años que realicen una única actividad económica, integrantes de proyectos productivos que conformen grupos de hasta 3 personas y Cooperativas de Trabajo con seis asociados como mínimo, que no generen ingresos anuales superiores a los correspondientes a la categoría más baja del Monotributo General. Es importante conocer que los monotributistas sociales no pierden el derecho a la asignación universal por hijo para la protección social.
A partir de su inscripción en el monotributo social, a los artesanos, y demás trabajadores que ingresen en esta categoría, se les reconocen derechos tales como: emitir factura, acceder a una obra social, ingresar al sistema previsional y ser proveedor del Estado por compra directa.
El Monotributo está compuesto por 3 componentes: impositivo, previsional y obra social. En el Monotributo Social está subsidiado el 100% del pago del componente impositivo y del previsional, y el 50 % restante de la obra social. La inscripción se realiza en el Registro Nacional de Efectores de Desarrollo Local y Economía Social, organismo encargado de la inscripción y verificación de los monotributistas sociales, y a través de los Centros de Referencia, dependientes del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación.  Para la aprobación de la inscripción se tiene en cuenta que las actividades a realizar sean relevantes para el desarrollo local y la economía social, teniendo como prioridad las necesidades regionales tales como la generación de empleo, la identidad y promoción comunitaria, la preservación del medioambiente y el fomento del turismo.
El implemento de esta herramienta viene acompañado de otras medidas llevadas a cabo por el Estado que tienen como objetivo principal incentivar el desarrollo de la producción nacional. Algunos ejemplos son la inclusión de emprendimientos de todo el país a espacios de comercialización, mercados federales y ferias permanentes como lugar de encuentro e intercambio de experiencias y conocimientos impulsando la conformación de redes colaborativas de trabajo y comercio regional y  capacitaciones a emprendedores para lograr la consolidación de sus proyectos e incrementar el valor agregado en sus productos.

Una mirada desde dentro hacia afuera

El interés por parte del Estado Nacional de revalorizar las economías regionales y las identidades locales por sobre los productos industriales globalizados tiene fundamentos ideológicos que atraviesan la cultura indefectiblemente. Se contribuye así a crear nuevos paradigmas en la sociedad, se incentiva a revalorizar lo propio, consolidar nuestro sentimiento de pertenencia, reconocer la diversidad cultural de cada región del país y darle la misma importancia a cada una de las expresiones culturales que podemos encontrar a lo largo de nuestro territorio.
Proteger y brindar derechos laborales a los artesanos locales tiene varios niveles de análisis e implicancias para nuestro país. Por un lado, se los reconoce como trabajadores y por lo tanto, como ciudadanos de derecho que merecen las mismas oportunidades y seguridades sociales que el resto de los trabajadores. Por otro lado, y a un nivel más amplio, las medidas que refuerzan y aseguran el bienestar económico y social de los pequeños emprendedores transmiten un mensaje a nivel simbólico que es de suma importancia para repensarnos y forjar una identidad nacional que valore lo producido en el seno de su cultura. Un país que se mire a sí mismo, que valore el fruto de su trabajo, sus tradiciones, su acervo cultural y las infinitas posibilidades de crecimiento económico-social que pueden existir incentivando la producción nacional, y que se expanda al mundo con el convencimiento de poseer una identidad con bases sólidas e inquebrantables.


Bibliografía

ASUAD SANÉN, Normand Eduardo. Importancia actual del estudio de la economía regional y el desarrollo urbano. UNAM Facultad de Economía.

GETINO, Octavio. La Cultura como capital. 2010.
STOLOVICH, LUIS. La cultura: entre la creación y el negocio. Pero ¿negocio para quién?.Anuario Ininco, jul. 2005, vol.17, no.2, p.58-87. ISSN 0798-2992.

WORTMAN, Ana. Entre la política y la gestión de la cultura y del Arte. Nuevos actores en la argentina contemporánea. Bs. As., Eudeba, 2009.













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