miércoles, 1 de febrero de 2017

Orillas

Una roca parece indestructible, sin embargo, el tiempo la transforma en arena. Mientras tanto el viento y el mar a su alrededor, siempre esquivos y cambiantes, permanecen eternos, son absolutamente verdaderos. Igual sucede con los actos razonables y con las intuiciones. Los primeros son apariencias, las segundas son esencias.

Si todo es un ciclo y en mi semilla está el germen de lo nuevo, y todo lo que muere nace, todo lo que nace muere, mi vida no es mía, es un ejemplar de un sistema eterno.
No somos ídolos ni ejemplos, no somos héroes o villanos. Somos el reflejo de miles de años, del espíritu y la carne, de los sonidos y los encantos. Somos la conciencia colectiva y los conocimientos que no nos pertenecen y sin embargo son nuestros.

Un humano, un jaguar o un maguey no tienen nombre, principio ni fin. Son el eterno circundante, son la totalidad y sus partes diferenciales.

Nada que logremos podemos hacerlo solos. Formamos parte de un engranaje que hace al descubridor estar en ese lugar, a esa hora determinada, con ese tiempo disponible.

Es por eso que debemos agradecernos a nosotros mismos, pero más que nada al universo todo por aquello que hemos conseguido, porque implicó un aprendizaje colectivo, aquel que configura nuestra realidad presente y el que nos permitirá construir el futuro.



lunes, 7 de noviembre de 2016

Cultura, desarrollo y gestión

El sábado 5 de noviembre participé del Taller sobre cultura, desarrollo y gestión organizado por el Programa de Posgrado en Gestión y Políticas Culturales del Área de Posgrado de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNLP en colaboración con el Ministerio de Cultura de la Nación, el Barrio Meridiano V, El Centro Cultural Estación Provincial, la Fundación Ciudad de La Plata y el PICC (Polo de Industrias Culturales).
El taller estuvo coordinado por Héctor Ariel Olmos quien es Profesor en Letras por la Universidad de Buenos Aires y Master en Cultura Argentina por el Instituto Nacional de la Administración Pública (INAP), de Argentina, Diplomado en el Postgrado en Cooperación Cultural Iberoamericana, por la Universidad de Barcelona, España. Ha realizado estudios de postgrado sobre Economía de la Cultura en la Universidad París-Dauphine, invitado por el Ministerio de Cultura y Comunicación de Francia, y en el Centro Español de Estudios sobre América Latina, Madrid, becado por el gobierno español. Es consultor de instituciones públicas y privadas en cultura y educación, ha trabajado en asesoramiento y capacitación para  distintos gobiernos de Latinoamérica. Desempeñó cargos de gestión en Cultura y en Educación, y ejerce la docencia en las Universidades Nacionales de Avellaneda, Tres de Febrero, La Plata y la Universidad Nacional de Arte (UNA) y posgrados de la especialidad (UBA, Fundación Ortega y Gasset). Actualmente trabaja en la Dirección Nacional de Acción Federal del Ministerio de Cultura de la Nación.



    Durante el encuentro compartimos ideas acerca del vínculo entre la cultura, la política y la gestión como una tríada clave para el desarrollo social y trabajamos en equipo repensando nuestra visión sobre la cultura regional y proponiendo estrategias de acción posibles sobre el territorio.  
    Al comenzar el taller nos centramos en el concepto de cultura y el propósito de su gestión. Olmos destacó la importancia de concebir nuestra tarea como una lucha, entendida ésta como sinónimo de vida. Aquello que no lucha está estancado, corriendo el riesgo de pudrirse. En esta lucha debemos comprender las diferentes pautas culturales como válidas tanto unas como otras, ya que cada una es fundamental en el desarrollo de la identidad de los pueblos.
    La gestión de políticas culturales no es inocente o neutral. Representa y reproduce la visión que se tiene del concepto de cultura y del mundo en general. La política cultural debe recoger los registros antropológico y estético y conjugarlos.
Para explicar esta idea el profesor retomó el concepto de cultura y describió brevemente los cambios que éste ha sufrido con el correr del tiempo. La palabra cultura deriva de cultivo, es decir del cambio que se produjo en el hombre al convertirse de nómade a sedentario. En este sentido se entiende a la cultura como una forma integral de vida que resuelve las relaciones fundamentales: con la naturaleza, con la propia comunidad, con otras comunidades, con las creencias y con uno mismo.
    El capitalismo toma la palabra cultura y le imparte un nuevo significado. A partir de ese momento la cultura pasó a ser sinónimo del saber superior de una élite ilustrada que consideró al resto de la población como ignorante, carente de cultura, no humanos. La imposición cultural de esta noción limitada del concepto fue funcional a la legitimación de las diferencias entre clases. Esta es una visión que, en algunos sectores y para algunas corrientes, continúa vigente.
    Es importante que, como actores de cultura, tengamos siempre presente desde dónde nos posicionamos al proponer proyectos culturales con inserción en la sociedad. Es por ese motivo que se nos propuso, a los asistentes al encuentro, realizar un pequeño ejercicio que pusiera a prueba nuestra capacidad de observación y comprensión sobre la cultura platense.




    La consigna fue construir una imagen que representara la cultura de la ciudad, pensar un título para la misma y explicar nuestras producciones. De los distintos equipos rescaté estas palabras que quedaron resonando en mi cabeza:

Hibridez // Diversidad // Utopía // Juventud // Creatividad

Contexto // Sombra de Bs As // Conflicto= todo lo tiene, es lo que nos moviliza

Identidad // Memoria // Manifestación

Consumos culturales // Diálogo entre lo masivo y lo alterno // Territorio físico y virtual.

Empleado público // Estudiantes // Quinteros.

Elegir la Ciudad // lo local-regional // Prejuicios.

Todos hacemos cultura.




    Definimos la cultura local como esa gran potencialidad creativa basada en lo diverso, que aún no consigue independizarse definitivamente de la Ciudad de Buenos Aires, en permanente contradicción frente a una colonización cultural que se rechaza pero se copia. La cultura platense, ese gran espiral donde todo converge y desde donde todo se expande, necesita re-pensarse, volver a mirarse desde adentro. 






    Luego de este ejercicio, Héctor nos propuso centrar la segunda parte del taller en las acciones de política cultural y su campo de incidencia.
    Nos explicó que la política cultural encuentra sus límites en la visión de cultura que se maneje (pudiendo ampliar su campo de acción hacia otras áreas como el desarrollo social por ejemplo), en el territorio, los destinatarios y los contenidos a abordar.
UNESCO sugiere un piso destinado a la Gestión Cultural del 1% del presupuesto de los Estados. Sin embargo, el presupuesto nacional es de 0,22%. Por lo tanto es fundamental encontrar estrategias para utilizar fondos destinados a cultura en distintas áreas. No sólo se hace política cultural desde los organismos de cultura.
    Los factores externos que pueden representar un límite para la política cultural son
el presupuesto, el equipamiento, las estructuras administrativas, el personal y su capacitación, las posibles alianzas con otras áreas, la construcción de poder, la capacidad de tejer redes que lleven a considerar la política cultural como una política de Estado.
En este sentido es que debemos hacer las paces con el poder, abandonar los prejuicios y empoderarnos para avanzar, para tener capacidad de decisión entorno a los ejes de la cultura.
El antropólogo mexicano Guillermo Bonfil Batalla desarrolla la teoría del Control Cultural para preguntarse ¿quién toma las decisiones? ¿Quién administra los recursos simbólicos y de organización en una comunidad? Según esta teoría cuando el producir, reproducir, elegir o eliminar un elemento de transmisión cultural es una decisión propia de una comunidad estamos frente a culturas autónomas. Cuando esta decisión propia se basa en elementos ajenos hablamos de culturas apropiadas. Las decisiones impuestas resultan en culturas enajenadas con elementos propios, o en culturas impuestas con elementos ajenos. Desde la autonomía es posible construir la cultura de la pluralidad, un espacio donde se admitan y se valoren las diferencias. La interacción entre la cultura autónoma y la cultura apropiada dan como resultado la  cultura propia.
Por otro lado, al pensar en la integración cultural regional  debemos hacerlo desde la interculturalidad, es decir desde el modo en que se relacionan las múltiples culturas y no desde el multiculturalismo, que suele ser insuficiente al ser plenamente descriptivo. Si no lo hacemos así corremos el riesgo de que desaparezca la diversidad, bajo un fenómeno de uniformización. Es fundamental pensar al otro como un legítimo en convivencia y a la cultura como una estrategia para vivir, descubrir nuestra ecología cultural, pensandonos desde lo particular, y no desde las universalidades, para poder así mejorar las condiciones de vida de nuestra comunidad.
Hacia el final del taller propusimos posibles acciones para desarrollar en la ciudad. Ahora, mientras releo mis apuntes, vuelvo a pensar: ¿Cuál es el rol del gestor cultural a la hora de pensar acciones o políticas de gestión? Creo que, ante todo, el gestor debe ser un gran conocedor del territorio donde tendrá incidencia su práctica. Debe comprender cuáles son los elementos culturales que la población con la que trabajará considera propios, reforzar los vínculos identitarios entre la comunidad, sin imponer prácticas o tradiciones que hayan quedado obsoletas sino fomentando el desarrollo y la articulación de lo que los precede con aquello que eligen que los continúe. El gestor tiene la difícil tarea de abstraerse de sí mismo, de su experiencia personal, para mirar a la comunidad en su conjunto, y conocer los valores simbólicos desde los que co-crear redes de trabajo que ayuden a mejorar la calidad de vida de los hombres y mujeres que forman parte de la misma. Es el nexo que tiende lazos entre los actores sociales y articula los vínculos entre las culturas para lograr construir una sociedad basada en el respeto a las elecciones de vida de cada persona, fomentando el resguardo a la diversidad cultural. 

martes, 1 de noviembre de 2016

Días de papel

Un comienzo llano con miles de destinos posibles. Un camino, listo para ser andado a través de la creatividad humana, guarda en su interior un potencial multiforme. Mas, una vez que se le da inicio, un pliegue es una marca irreversible.
 
De un cuadrado de papel el arte de plegar descubre una forma. Entre giros y dobleces de una precisión matemática y una lógica abstracta, casi imposible para mi entendimiento, aparecen, en el instante impensado, palomas, flores, sombreros y las más increíbles figuras.
El domingo pasado, la artista Cristina Bonnet nos invitó a celebrar “Los días del Origami” en el Centro Cultural Islas Malvinas con una clase abierta.
El origami es el arte japonés de plegar papel sin usar tijeras ni pegamento para obtener figuras de formas variadas o esculturas de papel.  Éste se originó en China alrededor del siglo I o II d. C., llegó a Japón en el s. VI, y se integró en su tradición. Hoy es una práctica extendida por todo el mundo.
Todos los años, entre el 24 de octubre y 11 de noviembre se realizan distintos eventos para festejar “Los días del Origami”, siendo la fecha de inicio el Día Internacional del Origami para la cultura Occidental y la de cierre el Dia del Origami para el Japón, fecha en que la grulla se instauró como símbolo oficial de la paz.
Yo no tenía idea de la existencia de tal celebración, nunca la había escuchado nombrar, y si no hubiera sido por la siguiente casualidad, creo que no me hubiera enterado. Una semana antes de este evento,  un amigo me invitó a un restorán japonés para probar el Ramen (sopa de fideos), la especialidad de la casa. Mientras esperábamos que preparen nuestra mesa, fuimos a la tienda del restorán donde vendían insumos gastronómicos, vajilla y otras cosas típicas del país nipón.  A mi nunca me había interesado demasiado el origami, pero encontré en los artículos de librería, entre tintas y pinceles, unos papeles estampados que llamaron mi atención y decidí comprar un paquete. No sabía bien si iba a  hacer figuras con ellos o si sólo iba a conservarlos por su belleza, pero me gustaron y no lo pensé dos veces.
Al volver a casa intenté hacer el diagrama que venía sugerido en el paquete, pero aprendí que los diagramas son muy difíciles de seguir para mi y lo único que pude hacer fue una caja que nunca pude cerrar. Frustrada la desarmé e hice lo único que sabía hasta el momento: un barquito de papel.
Pero como toda estudiante perseverante, al día siguiente busqué una solución a mis problemas de diagramas. Los tutoriales son unas de las mejores cosas que nos pudo brindar la invención de la internet: siguiendo un video de youtube pude crear una grulla, una flor, una estrella y un pez. Lo que nunca supe es que mientras yo estaba realizando esas figuras, se estaba celebrando en todo el mundo esta práctica.
Fueron dos días después cuando me llegó una invitación de facebook de Cristina para asistir a su evento: una clase abierta de origami, donde enseñaría al público algunas figuras básicas. Yo había conocido a Cristina un año atrás cuando participó haciendo formas de papel en un ciclo artístico que habíamos organizado con una amiga  y me había parecido fascinante lo que ella podía hacer. Pensé “¡qué buena suerte, esto llega en el momento justo!”. Todavía seguía sin saber nada sobre los festejos.
Llegó el domingo del encuentro. Éramos más de cien personas listas para usar nuestras habilidades plegadoras. En la entrada nos entregaron cuatro papeles estampados, y un número para el sorteo de distintos regalos que se haría al final de la clase.





Cristina guiándonos

Antes de comenzar, Cristina preguntó si todos conocíamos de qué se trataba este arte y fue allí cuando comentó que la clase se hacía en el marco de las celebraciones por los días del Origami. Estar ahí fue, sin lugar a dudas, mucho mejor que cualquier tutorial. La concentración de la gente dejaba escuchar los papeles doblándose al unísono y al terminar las figuras, las exclamaciones de asombro al descubrir cuál forma habíamos trabajado resonaban en la sala. Éramos niños jugando a imaginar un mundo hecho de papel. 


Niños Jugando

Hace dos semanas no sabía mucho sobre el origami, y tampoco me había detenido en indagar sobre su práctica. Pero a veces pasan cosas que nos hacen volver a percibir algo que habíamos visto sin mirar. Aprendí que al plegar papel me olvido del tiempo, desafío mi lógica y utilizo otro tipo de inteligencia. Trabajo mi paciencia, doy prioridad a los detalles y no omito ningún paso. En el origami el placer no está en la meta sino en el camino, y creo que esa es la belleza que me llevó a quererlo.



¡Lo logramos!

Si querés saber más sobre este arte, tomar clases o contactarte con Cristina podés hacerlo a través de su página de Facebook: Cristina Bonnet- Papel Plegado.

lunes, 12 de septiembre de 2016

La verdad en los sueños

Como hijos de una misma generación compartimos sueños. ¿Son acaso los sueños  construcciones culturales colectivas o elecciones personales?
Desde que nacemos nos encontramos interactuando con otras personas. Nuestros primeros vínculos son los familiares, luego encontramos nuestros pares en la escuela o en el barrio, y al llegar al mundo adulto, contamos con la posibilidad (hoy más que nunca) de entablar relación con cualquier persona alrededor del mundo.
    A lo largo de ese camino construimos nuestra identidad, creamos nuestra historia y desarrollamos nuestra personalidad en base a las experiencias vividas y a la manera en que las atravesamos. ¿Cuánto de nuestro pasado determina nuestros sueños presentes? ¿Cuán reales son?¿Somos conscientes a la hora de elegirlos?¿Somos responsables con ellos?
Para el filósofo francés Jean Paul Sartre la libertad implica una responsabilidad. Según su teoría no debemos buscar culpables externos que condicionan nuestros actos sino que somos nosotros quienes los determinamos. En su manifiesto El existencialismo es un humanismo afirma: “Pero si verdaderamente la existencia precede a la esencia, el hombre es responsable de lo que es. Así, el primer paso del existencialismo es poner a todo hombre en posesión de lo que es, y hacer recaer sobre él la responsabilidad total de la existencia.(...) Soy responsable por mí mismo y por todos, y creo una cierta imagen del hombre que yo elijo; eligiéndome, elijo al hombre.”
En Introducción al Budismo Zen, D.T. Suzuki explica “La idea básica del Zen es entrar en contacto con el accionar interior de nuestro ser, y efectuar esto del modo más directo posible, sin recurrir a nada externo ni superimpuesto. Por lo tanto, el Zen rechaza cuanto se parezca a una autoridad externa. Se deposita fe absoluta en el propio ser interior del hombre. (...) El hecho central de la vida como se la vive es lo que el Zen pretende captar, y esto de la manera más directa y vital. El Zen se profesa como espíritu del Budismo, pero de hecho es el espíritu de todas las religiones y filosofías. Cuando se entiende integralmente el Zen, se alcanza absoluta paz mental y el hombre vive como debe vivir.”
En una entrevista realizada al psiquiatra suizo Carl Jung y registrada en el documental “El mundo Interior” él explica: “El mandala es un arquetipo muy importante, es el arquetipo del orden interior. Y siempre se usa en ese sentido, y sea para hacer la disposición de los muchos, muchos aspectos del universo, el esquema del mundo o el esquema de nuestra propia psiquis. (...) El mandala es una típica forma de arquetipo, es lo que se llama en aritmética la cuadratura del círculo, el cuadrado en el círculo o el círculo en el cuadrado. Y es un símbolo antiquísimo que va hasta la prehistoria del hombre, aparece en toda la tierra y expresa a la deidad o al yo. Somos totalidad, a la que llamo el Yo. Si...ese término para la totalidad, pero no soy total en mi ego, mi ego es un fragmento de nuestra personalidad. Así que el centro de un mandala no es el ego, es toda la personalidad.”
El matemático y filósofo francés René Guénon, dedicó gran parte de su vida al estudio de las doctrinas y religiones orientales, a la metafísica y al conocimiento del espíritu. En el artículo “Cosmogonía perenne: el simbolismo de la rueda” Federico González cita el pensamiento de Guénon para referirse al centro o eje: “El centro es, ante todo, el origen, el punto de partida de todas las cosas, es el punto principal, sin forma ni dimensiones, por lo tanto indivisible, y, por consiguiente, la única imagen que pueda darse de la Unidad Primordial. De él, por irradiación, son producidas todas las cosas, así como la unidad produce todos los números sin que por ello su esencia quede modificada o afectada en manera alguna”.
Me pregunto si soñar y desear son la misma cosa. Entiendo al deseo como al motor que impulsa la propia existencia, tal vez el sueño sea la llama que lo enciende.¿Entonces hay en la Tierra hombre o mujer que no posea ningún sueño, cuya llama se encuentre extinta? O ¿existe, por caso, soñador que los haya cumplido todos?¿Hay un límite de sueños que desear o más bien se reproducen incesantemente a lo largo de la vida?
    Entonces pienso qué debo elegir: conformarme o vivir inconforme. Una existencia en la que nunca llegamos a puerto resulta un tanto agotadora, al mismo tiempo que una sin anhelos me ahoga en rutinas. Si conformarse es aceptar voluntariamente algo que consideramos insuficiente e inconformarse es que nada nos resulte suficiente para satisfacer nuestras ilusiones, creo que en verdad lo que deberíamos hacer es conformar: dar forma, constituir, dar cimientos a nuestro mundo interior. Así cumplir nuestros sueños tendría un fin profundo y verdadero, cada uno de ellos conformaría un paso que, al encadenarlo al anterior y al siguiente se haría parte de un gran sendero.

¿Cuál es la naturaleza de mis sueños?¿de dónde nacen?
Me siento fluir en el mundo de las ideas, ese es el lugar donde soy, donde puedo re-conocerme. Mi sueño es vivir en el sueño, y mi búsqueda es crear el sueño en la tierra.
Antes se me hacía difícil caminar por el mundo, por mucho tiempo fue un gran impedimento para mostrarme auténtica. Solía cubrirme de verdades ajenas, teñirme de realidad y dejar las fantasías en las ficciones. Tenía que adecuarme al mundo, dejar de pensar tanto, ser normal. Me obligaba a la felicidad constante, pero no había encontrado paz ni equilibrio.
En algún momento me fue vital romper con la idea de Dios, rechazar la visión de Él como algo externo a mí que debía aceptar sin comprender. Estaba enojada, todo aquello que me habían enseñado se desmoronaba en mis manos: el hombre no era esencialmente bueno, crecer me había mostrado las consecuencias del odio y la injusticia en el mundo, y el hecho de seguir pidiendo a Dios que nos salvara me parecía ridículo.
Olvidé mis sueños y culpé al mundo por ello. Me sentí atrapada en un sistema que no había elegido, pero del que sin dudas formaba parte, aunque fuera por herencia. Me negué a mi misma, intenté adaptarme y hasta logré momentos de alegría. Me sentía una víctima, pero más bien era una cobarde. ¿Qué estaba haciendo yo por transformar esa realidad que tanto me ofuscaba? ¿Cómo colaboraba para que el mundo fuera un lugar mejor?
La queja me había llevado a un lugar oscuro, un lugar inmóvil, pesado y denso en el que la llama de ningún sueño podría dar cuerda al deseo. Hoy siento que debía encontrarme en ese sitio para enfrentar mi sombra, reunir las piezas esparcidas de mí misma, abrir la consciencia a nuevos conocimientos y re-crear mi imagen de Dios.
Me amigué con Él en el momento en que comprendí que las respuestas no se encontraban afuera. Dios, la energía, la fuerza universal, la naturaleza, el amor y el arte eran la misma cosa: la potencialidad de nuestros actos, nuestra elección constante, la dirección dónde decidimos dirigir nuestros sueños. Es la luz del sol por la mañana y la oscuridad de la noche.
Un día volví a Dios, cuando pude verlo dentro de mí y re-encontrarlo en la mirada del otro. Creo que todo aquel que se pregunta encuentra en sí mismo la esencia divina, incluso Sartre en su existencialismo. Para mi los sueños, el deseo, el Zen, el Yo o el Eje de la Rueda son expresiones de una misma cosa: el hombre conoce su verdad sagrada y es a través de la cultura que manifiesta ese saber metafísico, recreando su mito.

miércoles, 31 de agosto de 2016

Mirar al suelo

“El mito se considera como una historia sagrada y, por tanto, una <<historia verdadera>>, puesto que se refiere siempre a realidades. El mito cosmogónico es <<verdadero>>, porque la existencia del Mundo está ahí para probarlo”
Mito y Realidad. Mircea Eliade.



Para la mayoría de las personas una arandela no es más que una arandela. Una circunferencia metálica con un agujero en el centro que se utiliza para soportar una carga o para que otras piezas no choquen entre sí. El común de la gente no le daría más importancia a este simple y redondeado objeto brillante.


Mi hermana Clara, en cambio, construyó de la arandela un símbolo que recubrió de significado. Para ella una arandela representa la buena suerte, por lo que cada vez que encuentra una en su camino se lo atribuye a la fortuna.
Hice mía su creencia y me sorprendí al ver la cantidad de arandelas que andan sueltas por la ciudad. Cada vez que me siento a un paso de olvidar el horizonte, cuando el miedo al futuro incierto se aproxima, camino mirando al suelo. El sólo hecho de transformar el andar cotidiano en la búsqueda del destino hace olvidar los temores que, como laberínticas encrucijadas, se intentan colar en mi mente.


Resulta fascinante saber que cada vez que busco, encuentro. Observo atentamente las baldosas, cada hendidura entre ellas. Siempre aparece una, como un brillante reflejo. Las encuentro en distintos tamaños y colores: plateadas, ennegrecidas o en infinitos tonos de óxido, con perforaciones generosas o pequeñas.
¿De dónde habrán llegado?
¿De qué lugar se habrán desprendido para encontrarse ahora olvidadas en la vereda?
Tropezar con ellas  es la alegría de obtener una certeza: lo que sucederá lo hará más allá de mi recelo. Y es así que una tarde ordinaria se transforma en aquella en que encontré una nueva arandela. Esa tarde la suerte decidió estar de mi lado, el sol pareció abrazarme para acompañar mis pies y llevarme ligero.


Mis arandelas viven en mi juego de llaves, así puedo acompañarlas donde vayan. Desde el bolsillo murmuran que la realidad es en verdad la magia.
Para casi toda la gente, una arandela es una arandela.
Para mi es tradición y lazo.

Es la pieza exacta donde abandonar el miedo, justo al pie del fortín que resguarda mis sueños.



jueves, 11 de agosto de 2016

Ser Verbo

Si me dieran a elegir
preferiría ser verbo.

El sustantivo es sentencia,
intento de promesa inalterable.
El adjetivo es límite,
fracción de lo completo.
El verbo es continuo fluctuante,
movimiento insoslayable.

Si me dieran a elegir,
preferiría ser verbo.