martes, 1 de noviembre de 2016

Días de papel

Un comienzo llano con miles de destinos posibles. Un camino, listo para ser andado a través de la creatividad humana, guarda en su interior un potencial multiforme. Mas, una vez que se le da inicio, un pliegue es una marca irreversible.
 
De un cuadrado de papel el arte de plegar descubre una forma. Entre giros y dobleces de una precisión matemática y una lógica abstracta, casi imposible para mi entendimiento, aparecen, en el instante impensado, palomas, flores, sombreros y las más increíbles figuras.
El domingo pasado, la artista Cristina Bonnet nos invitó a celebrar “Los días del Origami” en el Centro Cultural Islas Malvinas con una clase abierta.
El origami es el arte japonés de plegar papel sin usar tijeras ni pegamento para obtener figuras de formas variadas o esculturas de papel.  Éste se originó en China alrededor del siglo I o II d. C., llegó a Japón en el s. VI, y se integró en su tradición. Hoy es una práctica extendida por todo el mundo.
Todos los años, entre el 24 de octubre y 11 de noviembre se realizan distintos eventos para festejar “Los días del Origami”, siendo la fecha de inicio el Día Internacional del Origami para la cultura Occidental y la de cierre el Dia del Origami para el Japón, fecha en que la grulla se instauró como símbolo oficial de la paz.
Yo no tenía idea de la existencia de tal celebración, nunca la había escuchado nombrar, y si no hubiera sido por la siguiente casualidad, creo que no me hubiera enterado. Una semana antes de este evento,  un amigo me invitó a un restorán japonés para probar el Ramen (sopa de fideos), la especialidad de la casa. Mientras esperábamos que preparen nuestra mesa, fuimos a la tienda del restorán donde vendían insumos gastronómicos, vajilla y otras cosas típicas del país nipón.  A mi nunca me había interesado demasiado el origami, pero encontré en los artículos de librería, entre tintas y pinceles, unos papeles estampados que llamaron mi atención y decidí comprar un paquete. No sabía bien si iba a  hacer figuras con ellos o si sólo iba a conservarlos por su belleza, pero me gustaron y no lo pensé dos veces.
Al volver a casa intenté hacer el diagrama que venía sugerido en el paquete, pero aprendí que los diagramas son muy difíciles de seguir para mi y lo único que pude hacer fue una caja que nunca pude cerrar. Frustrada la desarmé e hice lo único que sabía hasta el momento: un barquito de papel.
Pero como toda estudiante perseverante, al día siguiente busqué una solución a mis problemas de diagramas. Los tutoriales son unas de las mejores cosas que nos pudo brindar la invención de la internet: siguiendo un video de youtube pude crear una grulla, una flor, una estrella y un pez. Lo que nunca supe es que mientras yo estaba realizando esas figuras, se estaba celebrando en todo el mundo esta práctica.
Fueron dos días después cuando me llegó una invitación de facebook de Cristina para asistir a su evento: una clase abierta de origami, donde enseñaría al público algunas figuras básicas. Yo había conocido a Cristina un año atrás cuando participó haciendo formas de papel en un ciclo artístico que habíamos organizado con una amiga  y me había parecido fascinante lo que ella podía hacer. Pensé “¡qué buena suerte, esto llega en el momento justo!”. Todavía seguía sin saber nada sobre los festejos.
Llegó el domingo del encuentro. Éramos más de cien personas listas para usar nuestras habilidades plegadoras. En la entrada nos entregaron cuatro papeles estampados, y un número para el sorteo de distintos regalos que se haría al final de la clase.





Cristina guiándonos

Antes de comenzar, Cristina preguntó si todos conocíamos de qué se trataba este arte y fue allí cuando comentó que la clase se hacía en el marco de las celebraciones por los días del Origami. Estar ahí fue, sin lugar a dudas, mucho mejor que cualquier tutorial. La concentración de la gente dejaba escuchar los papeles doblándose al unísono y al terminar las figuras, las exclamaciones de asombro al descubrir cuál forma habíamos trabajado resonaban en la sala. Éramos niños jugando a imaginar un mundo hecho de papel. 


Niños Jugando

Hace dos semanas no sabía mucho sobre el origami, y tampoco me había detenido en indagar sobre su práctica. Pero a veces pasan cosas que nos hacen volver a percibir algo que habíamos visto sin mirar. Aprendí que al plegar papel me olvido del tiempo, desafío mi lógica y utilizo otro tipo de inteligencia. Trabajo mi paciencia, doy prioridad a los detalles y no omito ningún paso. En el origami el placer no está en la meta sino en el camino, y creo que esa es la belleza que me llevó a quererlo.



¡Lo logramos!

Si querés saber más sobre este arte, tomar clases o contactarte con Cristina podés hacerlo a través de su página de Facebook: Cristina Bonnet- Papel Plegado.

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