lunes, 7 de noviembre de 2016

Cultura, desarrollo y gestión

El sábado 5 de noviembre participé del Taller sobre cultura, desarrollo y gestión organizado por el Programa de Posgrado en Gestión y Políticas Culturales del Área de Posgrado de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNLP en colaboración con el Ministerio de Cultura de la Nación, el Barrio Meridiano V, El Centro Cultural Estación Provincial, la Fundación Ciudad de La Plata y el PICC (Polo de Industrias Culturales).
El taller estuvo coordinado por Héctor Ariel Olmos quien es Profesor en Letras por la Universidad de Buenos Aires y Master en Cultura Argentina por el Instituto Nacional de la Administración Pública (INAP), de Argentina, Diplomado en el Postgrado en Cooperación Cultural Iberoamericana, por la Universidad de Barcelona, España. Ha realizado estudios de postgrado sobre Economía de la Cultura en la Universidad París-Dauphine, invitado por el Ministerio de Cultura y Comunicación de Francia, y en el Centro Español de Estudios sobre América Latina, Madrid, becado por el gobierno español. Es consultor de instituciones públicas y privadas en cultura y educación, ha trabajado en asesoramiento y capacitación para  distintos gobiernos de Latinoamérica. Desempeñó cargos de gestión en Cultura y en Educación, y ejerce la docencia en las Universidades Nacionales de Avellaneda, Tres de Febrero, La Plata y la Universidad Nacional de Arte (UNA) y posgrados de la especialidad (UBA, Fundación Ortega y Gasset). Actualmente trabaja en la Dirección Nacional de Acción Federal del Ministerio de Cultura de la Nación.



    Durante el encuentro compartimos ideas acerca del vínculo entre la cultura, la política y la gestión como una tríada clave para el desarrollo social y trabajamos en equipo repensando nuestra visión sobre la cultura regional y proponiendo estrategias de acción posibles sobre el territorio.  
    Al comenzar el taller nos centramos en el concepto de cultura y el propósito de su gestión. Olmos destacó la importancia de concebir nuestra tarea como una lucha, entendida ésta como sinónimo de vida. Aquello que no lucha está estancado, corriendo el riesgo de pudrirse. En esta lucha debemos comprender las diferentes pautas culturales como válidas tanto unas como otras, ya que cada una es fundamental en el desarrollo de la identidad de los pueblos.
    La gestión de políticas culturales no es inocente o neutral. Representa y reproduce la visión que se tiene del concepto de cultura y del mundo en general. La política cultural debe recoger los registros antropológico y estético y conjugarlos.
Para explicar esta idea el profesor retomó el concepto de cultura y describió brevemente los cambios que éste ha sufrido con el correr del tiempo. La palabra cultura deriva de cultivo, es decir del cambio que se produjo en el hombre al convertirse de nómade a sedentario. En este sentido se entiende a la cultura como una forma integral de vida que resuelve las relaciones fundamentales: con la naturaleza, con la propia comunidad, con otras comunidades, con las creencias y con uno mismo.
    El capitalismo toma la palabra cultura y le imparte un nuevo significado. A partir de ese momento la cultura pasó a ser sinónimo del saber superior de una élite ilustrada que consideró al resto de la población como ignorante, carente de cultura, no humanos. La imposición cultural de esta noción limitada del concepto fue funcional a la legitimación de las diferencias entre clases. Esta es una visión que, en algunos sectores y para algunas corrientes, continúa vigente.
    Es importante que, como actores de cultura, tengamos siempre presente desde dónde nos posicionamos al proponer proyectos culturales con inserción en la sociedad. Es por ese motivo que se nos propuso, a los asistentes al encuentro, realizar un pequeño ejercicio que pusiera a prueba nuestra capacidad de observación y comprensión sobre la cultura platense.




    La consigna fue construir una imagen que representara la cultura de la ciudad, pensar un título para la misma y explicar nuestras producciones. De los distintos equipos rescaté estas palabras que quedaron resonando en mi cabeza:

Hibridez // Diversidad // Utopía // Juventud // Creatividad

Contexto // Sombra de Bs As // Conflicto= todo lo tiene, es lo que nos moviliza

Identidad // Memoria // Manifestación

Consumos culturales // Diálogo entre lo masivo y lo alterno // Territorio físico y virtual.

Empleado público // Estudiantes // Quinteros.

Elegir la Ciudad // lo local-regional // Prejuicios.

Todos hacemos cultura.




    Definimos la cultura local como esa gran potencialidad creativa basada en lo diverso, que aún no consigue independizarse definitivamente de la Ciudad de Buenos Aires, en permanente contradicción frente a una colonización cultural que se rechaza pero se copia. La cultura platense, ese gran espiral donde todo converge y desde donde todo se expande, necesita re-pensarse, volver a mirarse desde adentro. 






    Luego de este ejercicio, Héctor nos propuso centrar la segunda parte del taller en las acciones de política cultural y su campo de incidencia.
    Nos explicó que la política cultural encuentra sus límites en la visión de cultura que se maneje (pudiendo ampliar su campo de acción hacia otras áreas como el desarrollo social por ejemplo), en el territorio, los destinatarios y los contenidos a abordar.
UNESCO sugiere un piso destinado a la Gestión Cultural del 1% del presupuesto de los Estados. Sin embargo, el presupuesto nacional es de 0,22%. Por lo tanto es fundamental encontrar estrategias para utilizar fondos destinados a cultura en distintas áreas. No sólo se hace política cultural desde los organismos de cultura.
    Los factores externos que pueden representar un límite para la política cultural son
el presupuesto, el equipamiento, las estructuras administrativas, el personal y su capacitación, las posibles alianzas con otras áreas, la construcción de poder, la capacidad de tejer redes que lleven a considerar la política cultural como una política de Estado.
En este sentido es que debemos hacer las paces con el poder, abandonar los prejuicios y empoderarnos para avanzar, para tener capacidad de decisión entorno a los ejes de la cultura.
El antropólogo mexicano Guillermo Bonfil Batalla desarrolla la teoría del Control Cultural para preguntarse ¿quién toma las decisiones? ¿Quién administra los recursos simbólicos y de organización en una comunidad? Según esta teoría cuando el producir, reproducir, elegir o eliminar un elemento de transmisión cultural es una decisión propia de una comunidad estamos frente a culturas autónomas. Cuando esta decisión propia se basa en elementos ajenos hablamos de culturas apropiadas. Las decisiones impuestas resultan en culturas enajenadas con elementos propios, o en culturas impuestas con elementos ajenos. Desde la autonomía es posible construir la cultura de la pluralidad, un espacio donde se admitan y se valoren las diferencias. La interacción entre la cultura autónoma y la cultura apropiada dan como resultado la  cultura propia.
Por otro lado, al pensar en la integración cultural regional  debemos hacerlo desde la interculturalidad, es decir desde el modo en que se relacionan las múltiples culturas y no desde el multiculturalismo, que suele ser insuficiente al ser plenamente descriptivo. Si no lo hacemos así corremos el riesgo de que desaparezca la diversidad, bajo un fenómeno de uniformización. Es fundamental pensar al otro como un legítimo en convivencia y a la cultura como una estrategia para vivir, descubrir nuestra ecología cultural, pensandonos desde lo particular, y no desde las universalidades, para poder así mejorar las condiciones de vida de nuestra comunidad.
Hacia el final del taller propusimos posibles acciones para desarrollar en la ciudad. Ahora, mientras releo mis apuntes, vuelvo a pensar: ¿Cuál es el rol del gestor cultural a la hora de pensar acciones o políticas de gestión? Creo que, ante todo, el gestor debe ser un gran conocedor del territorio donde tendrá incidencia su práctica. Debe comprender cuáles son los elementos culturales que la población con la que trabajará considera propios, reforzar los vínculos identitarios entre la comunidad, sin imponer prácticas o tradiciones que hayan quedado obsoletas sino fomentando el desarrollo y la articulación de lo que los precede con aquello que eligen que los continúe. El gestor tiene la difícil tarea de abstraerse de sí mismo, de su experiencia personal, para mirar a la comunidad en su conjunto, y conocer los valores simbólicos desde los que co-crear redes de trabajo que ayuden a mejorar la calidad de vida de los hombres y mujeres que forman parte de la misma. Es el nexo que tiende lazos entre los actores sociales y articula los vínculos entre las culturas para lograr construir una sociedad basada en el respeto a las elecciones de vida de cada persona, fomentando el resguardo a la diversidad cultural. 

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