lunes, 28 de marzo de 2016

El Bichicuí, un espacio de memoria para sembrar el futuro.


No tenía pensado realizar una entrada acerca de este tema, no porque no piense que es indispensable conocer y tener siempre presente los hechos ocurridos durante una de las épocas más oscuras de nuestro país, sino porque, por el contrario, siento un enorme respeto por las víctimas de la última dictadura militar y  por toda una  generación cuyo destino se vió marcado para siempre con una cicatriz imborrable.
Sin embargo, este blog se trata de las experiencias culturales con las que me encuentro de las que voy re-aprendiendo, desandando. Y esta vez la causalidad me puso en el lugar preciso, en el momento indicado. Una invitación de mi hermana a una mateada me llevó al encuentro de lo que para mí era, hasta ese entonces, una más de las tantas casas de la ciudad.



En los muros de El Bichichuí se lee la palabra memoria junto a la palabra amor. Un recuerdo lleno de presente que, con su luz, busca un futuro de nuevas conquistas.
Por sobre todas las cosas es una casa llena de vida, una casa habitada.
Tantas veces había atravesado su frente en mi camino, sin conocer su pasado. Cuántas casas cotidianas habrán sido testigos de una historia similar. Adolfo y María vivían en la casa, a la que yo estaba entrando por primera vez, junto a su hijo Nicolás, el “bichicuí” como le decían.
Adolfo José Berardi y Maria Isabel Gau eran un matrimonio de estudiantes universitarios y militantes de la agrupación Montoneros. El 22 de Noviembre de 1976, María estaba embarazada de nueve meses y su hijo mayor tenía un año y medio. Ese día las fuerzas armadas bombardearon la casa. El único sobreviviente fue Nicolás.


    En el año 2004 Nicolás consiguió recuperar la casa que había sido de sus padres. Hoy lleva el nombre de El Bichicuí y es un espacio de memoria habitada. Él junto con el grupo de personas que trabajan colectivamente en este proyecto, decidieron convertir la oscuridad que la había marcado por tanto tiempo en un intento de cambio, una búsqueda de estar mejor, de ser mejores, recuperando el poder transformador que todos llevamos dentro.
Utilizaron al arte como un camino a través del cual plasmar su visión del mundo. La casa es todo color, murales de pintura y mosaico conforman un collage de identidades que recuperan la memoria con el fin de resistir para engendrar algo nuevo, producto de un cambio profundo, portador de una nueva semilla. Una reconstrucción histórica desde el espíritu crítico y creativo.
Cada 22 de noviembre la casa realiza un evento que el grupo llama “Casa Abierta” en donde se invita al público en general a  participar de distintas actividades artísticas bajo un clima de reflexión, comunidad, memoria, verdad y justicia.


El pasado 25 de marzo, día en que llegué a El Bichicuí, se realizó una mateada colectiva a cuarenta años del Golpe Militar. El clima era de profunda alegría. Alegría de compartir, de sabernos muchos los que soñamos con un mundo diferente, de saber que la búsqueda de un futuro mejor no es en vano. Alegría de poder ser en libertad, trabajando juntos, creando el camino.
Fue un encuentro de generaciones. Niños, jóvenes y adultos compartimos una tarde de risas y reflexiones. Roberto Pablín nos recordó el valor de las sonrisas con su espectáculo de clown. Le pusimos voz a los cuentos que la dictadura quiso callar. Compartimos un mate, una torta, coexistimos, habitamos, vivimos. 


    El Bichicuí me dejó mucho más que la conciencia de pedir por la justicia que todos merecemos. Me mostró que está en mis manos el poder de comenzar de nuevo, de revolucionar la vida, de florecer conquistando lo imposible. Pienso que todo lo que atravesamos no habrá sido en vano si logramos no quedarnos quietos Nunca Más. 

En este corto documental realizado por los integrantes del colectivo de "El Bichicuí" encontrarán más información sobre la casa. También pueden visitar su página de facebook: https://www.facebook.com/elbichicui/

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