viernes, 8 de abril de 2016

El Museo Sívori y el reflejo de la historia.

Vivimos una experiencia.  Damos paso a un sinfín de preguntas.  Encontramos puntos de contacto, historias, recorridos, pasados. VÉRTICES.
Nos escabullimos a través del tiempo y, como en un libro, las  frases, lugares y circunstancias nos invitan a descubrir aquello que encierra un círculo perfecto.

¿Qué es un museo?
El Consejo Internacional de Museos (ICOM)  define la palabra museo como “...una institución permanente, sin fines de lucro, al servicio de la sociedad y abierta al público, que adquiere, conserva, estudia, expone y difunde el patrimonio material e inmaterial de la humanidad con fines de estudio, educación y recreo.”

Era un sábado de Gloria lluvioso, húmedo e inestable, testigo de un otoño que se había instalado de forma permanente. Por primera vez después de muchos años la semana santa me encontraba en casa. En mi tercer día dando tregua a la rutina, y con ganas de ver algo nuevo, entré a internet y busqué la oferta cultural de la agenda porteña. Encontré el nombre de un museo que aún no conocía: el Museo  de Artes Plásticas Eduardo Sívori.
En la página del Gobierno de la Ciudad decía que se trataba de una de las 130 instituciones públicas y privadas de la Red de Museos Porteños. Su patrimonio, constituido por las obras del Salón de Pintura, Escultura y Grabado, compras y donaciones, contaba con más de 4000 piezas de distintas disciplinas que recorrían el arte plástico argentino desde mitad del S XIX hasta la actualidad y que se exhibían en exposiciones temporarias junto a obras de artistas contemporáneos que no formaban parte de la colección. También indicaba que  estaba ubicado dentro del Parque Tres de Febrero frente al lago del Rosedal en Palermo. 
 
Vista del Museo Sívori desde el Lago. 
 
Su descripción me resultó tentadora y decidí  conocerlo. Más tarde supe que, si bien era el museo más antiguo de la ciudad, no siempre había existido allí ni llevado ese nombre.

 
Frente del museo sobre la Av. Infanta Isabel.


Al penetrar en  su mundo encontré dos historias diferentes convergiendo en un mismo presente. Una era la del museo, otra la del lugar que lo albergaba.

Nacido bajo el nombre de Museo Municipal de Bellas Artes, Artes Aplicadas y Anexo de Artes Comparadas en el año 1938 y con sede en las dependencias del Concejo Deliberante, el museo había sido concebido con el fin de albergar  las obras adquisición de los salones naciones. Fue rebautizado en 1946 con su nombre actual en honor al pintor argentino Eduardo Sívori, impulsor de la creación de la Sociedad Estímulo de Bellas Artes y  autor de “El despertar de la criada”,  una de las obras más importantes de la historia del arte argentino, aunque impregnada de un extranjero realismo francés. 

 Sala del museo. Exposición colectiva "Poéticas Divergentes" 
(Adelante la obra s/t de Silvio Fischbein de la serie "Todos, Igual". Detrás del artista Guillermo Mac Loughlin "Bitácora I") 


    Durante 1976 y 1977 fue fusionado con el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, bajo el nombre de Museo Municipal de Artes Visuales. En 1980 pasó a depender del Centro Cultural Ciudad de Buenos Aires, hasta que a fines de 1982 recuperó su autonomía.
    Además de los cambios identitarios, el museo  también debió afrontar un destino ambulante. En 1952 fue trasladado desde su sede original hacia la  Avenida Del Libertador donde funciona actualmente el Museo José Hernández. Luego, en 1955 fue reinstalado en un predio de la calle Paraguay de donde fue desalojado en 1961 con motivo de la realización de un nuevo trazado de la Avenida 9 de Julio. A partir de ese entonces conoció distintos locales transitorios hasta que en 1995 obtuvo su propia sede en la Avenida Infanta Isabel en Palermo. Pero, ¿qué había sido ese lugar antes? ¿Por qué este espacio se transformaría en su morada definitiva? ¿Cuál era el punto de encuentro, el kilómetro 0 en  la intersección que los había encontrado?

Jardín del museo al cual se puede acceder desde las salas o desde la confitería. 

Para comprender cómo había llegado hasta aquí, debí desandar muchos años, hacía un tiempo en el que ese mismo suelo lucía muy distinto.

Hacia el año 1836, Juan Manuel de Rosas, quien ejercía el gobierno de la provincia de Buenos Aires por segunda vez, había decidido adquirir gran cantidad de tierras alejadas del centro de la ciudad en el área conocida como “los bañados de Palermo” con el fin de construir allí su residencia. Su ambicioso proyecto incluía la construcción de una gran casona con sus respectivas dependencias y un estanque artificial con su propio canal.
Tras años de enfrentamientos y revueltas en medio de una guerra civil que había dividido al país, el máximo caudillo federal fue derrocado en la Batalla de Caseros  en 1852, y sus terrenos fueron confiscados y expropiados. Durante el gobierno del presidente Domingo Faustino Sarmiento se  sancionó la Ley Nacional Nº658 para la creación de un parque público allí y el 11 de Febrero de 1875 se inauguró bajo el nombre “Parque 3 de Febrero” conmemorando la fecha en que se había librado aquella batalla.
El encargado del diseño del paseo  fue el paisajista francés Carlos Thays. En 1900 se inauguró el monumento a Sarmiento encargado al padre de la escultura moderna Auguste Rodin. El marcado gusto por el arte y la cultura europea también se reflejó en la construcción de un jardín de rosas en 1914, obra del ingeniero agrónomo Benito Carrasco con más de 14.000 rosales de 1.189 variedades diferentes en donde se emplazó una pérgola de estilo griego en combinación con el puente del lago artificial. Llegando la década del ‘30,  la ciudad de Sevilla donó al Rosedal un patio andaluz conformado por una pérgola, una glorieta y una fuente de mayólicas.

 
 El Rosedal 

Poco a poco, este paisaje cultural fue tomando forma: una amalgama de estilos que aún hoy revela mucho más de lo que a simple vista podríamos percibir: una visión del mundo, del  hombre dominando  una naturaleza apacible. El triunfo de la razón. Lo armonía de lo bello. El idealismo liberal del espíritu burgués.
Y  allí, frente al lago del Rosedal, atravesando la Avenida Infanta Isabel un edificio también guardaba una historia.  Había sido originalmente el  tambo de la quinta de Juan Manuel de Rosas. Testigo de más de 170 años de historia, en los años ‘20 había funcionado como la confitería el  “Hostal del Ciervo” en referencia a una escultura cercana del francés George Gardet.
Es curioso cómo el devenir modificó su destino y  al llegar el  fin de siglo se convirtió  en el  recinto de una de las colecciones más importantes del arte académico argentino, institución que adhiere a la promoción de los mismos valores simbólicos con los que fue concebido el Parque 3 de Febrero. Todos ellos bienes culturales que,  lejos de estimular la creación local con su estética particular, se distinguieron por fijar la mirada en un horizonte extranjero, copiando modelos ajenos como la única expresión valedera, manifestación de una verdad incuestionable.





Desandar este relato hizo re-preguntarme
¿qué es un museo?
¿Es su historia, el edificio en el que funciona, el patrimonio de bienes culturales que posee, el nombre que lo identifica, el entorno en el se emplaza?
¿O son, acaso,  los valores que en su conjunto promulga?
Tal vez sea todo eso ocurriendo al mismo tiempo frente a la experiencia de cada nuevo visitante. 




Datos útiles para visitar el Museo Eduardo Sívori:

Dirección:

Av. Infanta Isabel 555 (C1268ACK) - frente al puente del Rosedal - Parque Tres de Febrero

Horario:
Martes a viernes de 12 a 20 hs. Sábados, domingos y feriados de 10 a 20 hs. Lunes cerrado.
Entrada:
General: $10. Miércoles y viernes gratis.
Bono contribución: $25.
Mail:
info_museosivori@buenosaires.gob.ar
Teléfonos:
(+54 011) 4774-9452 / 4772-5628 / 4778-3899






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